Ya no necesito cerrar los ojos
para proyectar tu presencia,
es que tanto me haces falta,
que la ausencia te está reemplazando.
El espacio ahora es mío,
está ahí, no lo he ocupado,
la soledad me lo ha pedido,
se lo estoy arrendando.
Una grata arrendataria
que sabe escuchar,
en su silenciosa crítica
me deja concluir,
y curiosamente
siempre está de acuerdo.
Nunca atendí tanto mis ideas,
mis oídos curiosos e imprudentes
Ya no oían el corazón.
Hoy los latidos parecen bombas,
un sonido grotesco, en el silencio perfecto
que me da vida,
Un sonido desapercibido en el bullicio
de una vida en progreso,
un sonido apresurado en tu presencia,
un sonido tan mío, hermosamente mi esencia.
Veloz, lento, frágil, fuerte, curioso, temeroso, orgulloso y emotivo,
nunca antes escuché de tantas formas
el sonido de mi vida, de mi existencia,
en este encuentro evolutivo, en que chocó razón, pasión e instinto,
debió existir la ausencia, para concentrarme en mi propio ser,
y salir de una jaula enceguecedora,
llena de miedos y dependencias,
que me agobiaron,
que me retuvieron,
en un supuesto refugio sobreprotegido,
el que hoy día destrozo con ímpetu de adulta,
para acabar los miedos y avanzar en el sendero.
Camila Galdames S.
11/11/09